Y por su parte, el mexicano Guillermo del Toro, autor de El laberinto del fauno (2006), tuvo a bien apadrinar a Juan Antonio Bayona, otro español que ha seguido el ejemplo de las producciones internacionales de Amenábar y acaba de concluir una trilogía temática con Un monstruo viene a verme, la cual se ha estrenado en los cines de su país hace poco más de una semana e irá apareciendo durante las próximas en los del resto del mundo. Porque los filmes que componen una trilogía no han de relatar necesariamente sucesos de la misma historia, sino que un cineasta, como un escritor en su ámbito, puede componer una contándonos lo que le ocurre a personajes diferentes, no relacionados entre sí, pero con algún claro denominador común.
Lo sobrenatural entra en escena, y un filme que podría haberse despachado como otro más de casas encantadas con chicos inquietantes y demás clichés del género, sin innovar en absoluto se convierte en una escalofriante escalada hacia el horror, carente de excesos de ningún tipo y con algunas escenas de antología que uno es incapaz de olvidar, y sin ninguna clase de concesiones más que a las que se recurre para aligerarnos un poco el peso de una tragedia a la que, desde luego, no estamos acostumbrados.
A continuación, Bayona se propuso seguir sobrecogiendo al respetable adaptando al cine la peripecia real que vivió otra familia, la de María Belón, por el tsunami que arrasó el sudeste asiático en diciembre de 2004, y Lo imposible (2012) fue el fruto. Con el objetivo de que este proyecto traspasara fronteras de la mejor manera posible, siguió los pasos de Amenábar y optó por un reparto con estrellas internacionales como Naomi Watts y Ewan McGregor, de pies bien asentados en Hollywood, que le sirviesen para abrirle camino. Y no se puede discutir que le salió una película de veras impresionante al recrear el maremoto y la monstruosa devastación ocasionada cuando el océano Índico engulló la tierra, con un planteamiento visual preñado de efectos difícilmente superable.
Un monstruo viene a verme (2016) también se arma de sentimentalismo, pero de ningún modo con el descaro y la futilidad de su predecesora, y es el ideal de las producciones al estilo de Amenábar: un filme español, coproducido por una compañía estadounidense y con un reparto internacional de intérpretes tan conocidos como Sigourney Weaver, un lujo de abuela, o Liam Neeson, todo lo cual le garantiza su distribución por todo el planeta con denominación de origen y le facilita a Bayona lo que ya es un hecho, el sueño dorado de Hollywood que no pocos cineastas albergan y en el que, paradójicamente, el propio Amenábar aún no ha caído.
Este filme adapta la novela homónima de Patrick Ness, encargado igualmente del guion, sobre un niño que recurre a la fantasía para sobrellevar los malos tragos que sufre en varias esferas de su vida, y mezcla secuencias mayoritarias de imágenes reales y efectos digitales forzosos, planificadas con soltura, y otras de una animación espléndida que enriquecen el conjunto. El áspero drama no se precipita ni en la tentación de lo tremebundo ni en la dulzura vergonzosa, y tampoco se permite concesiones a la galería que se carguen su honestidad. Pero nada de lo que vemos, dentro de su eficacia, llega a apabullarnos de todas formas.
Lewis MacDougall encarna a Conor O’Malley, el joven protagonista, y es un hallazgo mayor del que lo fue Tom Holland para Lo imposible y, desde luego, Roger Príncep para El orfanato. No obstante, Belén Rueda puso toda su alma en la Laura de esta última película, y ni la María de Naomi Watts en Lo imposible ni, por supuesto, la madre de Felicity Jones en Un monstruo viene a verme empalidecen su interpretación.
Los personajes de todos ellos son madres e hijos, y precisamente las relaciones maternofiliales suponen uno de los denominadores comunes en esta trilogía de Juan Antonio Bayona. El otro es el miedo a la muerte que siempre acecha; el de una madre a la de su hijo en El orfanato, el de ambos en Lo imposible y el de un hijo a la de su madre en Un monstruo viene a verme, que además se interna a la vez en los dos mundos de los filmes anteriores, el de la fantasía oscura y el del estricto realismo: un buen compendio como broche final de su trilogía temática.
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