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miércoles, 22 de agosto de 2018

CRITICA. FINAL PORTRAIT


Stanley Tucci ha dicho que no le interesan mucho los biopics pero sí "segmentos de la vida de la gente porque puedes centrarte en los detalles". Más conocido como actor, Tucci es guionista y director de 'Final Portrait' ('Final Portrait', 2017), una comedia dramática basada en el libro de memorias 'Retrato de Giacometti', de James Lord.

La historia tiene lugar en 1964, durante un viaje del escritor estadounidense a París. Es amigo del reconocido pintor y escultor de origen suizo Alberto Giacometti, quien se ofrece a hacerle un retrato. Lord acepta halagado, ante la promesa de que tardará "dos o tres horas, máximo una tarde". Sin embargo, pronto descubre que el artista fue muy optimista y estará más de dos semanas posando, viviendo una experiencia mucho más compleja de lo que parecía inicialmente.


Interesante retrato de un artista (en su última etapa)


La película arranca con el joven americano (encarnado por Armie Hammer) aclarando información al espectador en off; qué hace en París, su relación con Giacometti y la propuesta del retrato. Pronto sale a pasear por las supuestas calles de la capital francesa (en realidad Londres, al parecer es muy caro rodar en París) en dirección a la casa del genio. Todo es encantador y alegre, una imagen idealizada y cliché. Entonces, el tono cambia drásticamente.

A Tucci le atrae el proceso creativo que hay detrás de la obra de un artista, y se preocupa por crear la ilusión de tener un acceso privilegiado, de recrear la peculiar experiencia que tuvo Lord. Así, cuando este apasionado del arte se adentra en el taller de Giacometti, la cámara plasma la sorpresa, la confusión y la curiosidad que siente el protagonista; hasta la música se detiene.

Acaba de cruzar una frontera invisible. Se halla en una especie de pequeña nación aparte, gobernada por un monarca absoluto, cuyo vínculo divino es ese don que hace sus creaciones tan apreciadas en todo el mundo. El (exagerado) valor asociado a su trabajo le convierte en un privilegiado, que da rienda suelta a sus excentricidades y deseos, y disculpa todo comportamiento desagradable o cruel que pueda tener con aquellos que le rodean. ¡Es un genio!

Stanley Tucci durante el rodaje de Final Portrait

No obstante, 'Final portrait' se detiene a mostrar las luces y las sombras del artista, la maldición que acompaña al don, en un intento por capturar de verdad al hombre que conoció Lord (quien a su vez "trazó" otro retrato). Desde que entra Giacometti (a quien da vida el camaleónico Geoffrey Rush), la típica imagen del genio que hemos visto en tantas películas y series explota en mil pedazos. Es el mayor logro del film. Se siente real, no un personaje.


'Final Portrait' no saca partido a la deslumbrante transformación de Geoffrey Rush

Giacometti se encuentra en la última etapa de su vida, ya no tan inspirado ni lúcido como antaño; cuando su personalidad, obsesiones, tics y vicios se han pronunciado hasta el extremo. Además de los momentos de frustración frente al lienzo, es significativa la escena donde vemos la rutina de su desayuno. Como Lord, el espectador descubre, a brochetazos más que a pinceladas, el caótico, complicado, extraño y fascinante estilo de vida del artista.

Giacometti duerme a unos pasos de su taller. Diariamente repasa obras empezadas e inacabadas, que parecen atormentarle; es increíblemente inseguro de su talento, a pesar de su fama mundial, y no valora ni su trabajo ni el dinero que le dan por él (da la sensación de que encuentra absurdo el negocio/mundo del arte); su musa es una prostituta y su matrimonio es cualquier cosa menos convencional. Son detalles de su vida, fusionada completamente con su obra.


La experencia de esos días con Giacometti es plasmada por un Stanley Tucci con mejores intenciones que resultados, algo torpe a la hora de poner en imágenes la anécdota que le ha inspirado. Su narración se vuelve repetitiva y aburrida, mecánica y arbitraria; su manejo del punto de vista es errático y pierde tiempo con escenas tan innecesarias como la del coche, en lugar de ahondar un poco más en James Lord, enganche del espectador con la historia.

Al final, Lord es un desconocido, un personaje gris y anodino, en el que Armie Hammer se encuentra incómodo, seguramente porque Tucci está más preocupado en Alberto Giacometti (o su hermano Diego, encarnado por el siempre estupendo Tony Shalhoub). La transformación de Geoffrey Rush se convierte en un poderoso imán que atrae la atención y mantiene el interés, todo lo posible. Mientras su Giacometti vive en pantalla, la película funciona. No es gran cosa, pero es suficiente para ver con agrado los 90 minutos que dura 'Final Portrait'.




Por JUAN LUIS CAVIARO @jlcaviaro


Se ha adaptado a español latino.
Se han modificado los nombres de las películas y series al correspondiente a Argentina.
Se han modificado las fechas de estreno a las correspondientes a Argentina.
Publicado bajo licencia Creative Commons.

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